Domingo 20 de mayo de
2012
DOMINGO DE LA ASCENSIÓN - Ciclo B
ENTRADA: Bienvenidos y bienvenidas a nuestra fiesta
dominical. Estamos por finalizar el tiempo Pascual. Hoy celebramos la Ascensión,
que es otra dimensión de la Pascua: el inicio del parto cósmico en el que
nuestra cabeza, la cabeza del Cuerpo, de la Iglesia, el Resucitado, desaparece
visiblemente a nuestros ojos y pasa a vivir, no en un lugar al que vamos, sino una situación en la
que seremos transformados los que conformamos su cuerpo, sus seguidores, si
vivimos en el amor y en la gracia de Dios y cumplimos su misión: transformar el
mundo. Así vamos a compartir esta situación de gloria, no con un espiritualismo
romántico que solo mira al cielo. Todos de pie para iniciar este festejos de
hermanos resucitados cantando con alegría.
PRIMERA
LECTURA
Hc 1, 1-11 (Jesús se elevó a la vista de ellos)
El sentido que
da Lucas a la Ascensión es el mismo que el de la resurrección: Jesús no fue
revivificado ni volvió al modelo de vida humana que poseía antes de morir. Fue
entronizado en Dios y constituido Señor del mundo y juez universal, viviendo la
vida divina en la plenitud de su humanidad. Pero nos deja una misión que no
consiste en una espiritualidad desencarnada sino en ser sus testigos y
transformar el mundo entero. Escuchemos lo que nos propone Lucas en los Hechos
de los Apóstoles.
SEGUNDA
LECTURA
Ef 1, 17-23 (El Padre lo sentó a su derecha en el
cielo)
Con su ascensión al cielo Cristo fue por entronizado
en la esfera divina; penetró en un mundo que escapa a nuestras posibilidades.
El vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, presencia, ubicuidad, amor,
gloria, luz, felicidad, una vez alcanzada la meta que toda la creación está
llamada a lograr. Pongamos atención a
lo que la lectura nos dice de ello.
EVANGELIO Mc 16, 15-20 (Ascendió a cielo y se sentó a la
derecha de Dios)
La Ascensión es
también una Pascua, un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a
lo invisible, de la inminencia a la transcendencia, de la opacidad del mundo a
la luz divina, de los seres humanos a Dios. Al Resucitado ya no lo vemos, somos
nosotros los tenemos que continuar haciendo presente en nuestra realidad
mediante signos de liberación. De pie para escuchar este testamento de Cristo.
OFERTORIO:
El Señor ofreció su vida entera
por nosotros y nos abrió la puerta de la eternidad, ofrezcámosle nosotros a Él
la labor de erradicación del mal que realizamos cumpliendo su deseo, pongamos
esos signos de liberación del mal aquí en el altar, para que, unidos a su
sacrificio, continúen la misión de redención.
COMUNION: Es erróneo quedarse ahí parado y mirar para el cielo.
Sólo quien dé testimonio de Jesús ha entendido correctamente la pascua. Jesús
vendrá o, más bien, está entre nosotros. Nuestra tarea como discípulos radica
en constituirnos ahora en el mundo en cuanto Iglesia que como hermanos
compartimos un mismo Pan que nos fortalece para ser testigos. Acerquémonos
ahora a recibirlo.
SALIDA: Al finalizar la celebración de
este domingo, recordemos que el mismo Señor nos sigue enviando cada día a
cumplir una misión: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de
salvación”. Nuestra respuesta como sus seguidores debe ser inmediata. Esa es su
herencia más querida y ese es todavía hoy su testamento. Sólo así cumpliremos
su última voluntad y nos podremos considerar, efectivamente, herederos de su
reino. Vayamos a cumplir la misión de ser sus testigos.
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