Domingo 20 de junio de
2012
XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B
ENTRADA: Hermanos y hermanas,
bienvenidos y bienvenidas a esta celebración de la eucaristía. Vamos con Jesús camino de Jerusalén, y Él nos sigue instruyendo
sobre el final que le espera, pero Marcos puntualiza que "no le
entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la
pobreza de los cristianos de todos los tiempos: no entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo
de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús? Con
esta inquietud y purificando nuestra intenciones les invito a ponerse de pie
para iniciar nuestra celebración, cantemos con el corazón.
PRIMERA LECTURA Sab 2, 17-20 (Lo condenamos a muerte ignominiosa)
La lectura del libro de la Sabiduría nos enfrenta
con las acusaciones que el justo tiene que sufrir: los acusadores se sienten
mal porque el justo es un reproche viviente para ellos y por ello deciden
probarlo. Escuchemos.
SALMO 53 (El Señor es quien me ayuda.)
En el salmo 53 el
justo invoca con urgencia la ayuda de Dios contra los ataques de los enemigos y
expresa la confianza plena del Señor, en que Él le va a auxiliar. Hagamos
nuestro este sentimiento como respuesta a la segunda lectura diciendo El
Señor es quien me ayuda.
SEGUNDA LECTURA Sant 3, 16-4,3
(Los que procuran la paz están sembrando la paz)
Santiago pone
de manifiesto cómo la ambición es la causa del conflicto en la comunidad
cristiana y cómo el ambicioso ve al resto del mundo como un obstáculo a
eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el mayor problema es que esto
se constituye en ideal de vida, incluso de personas que se proclaman como
cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a
contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. Pongamos atención
a esto que Santiago nos dice.
EVANGELIO Jn 20, 19-23 (La recreación)
En el grupo que sigue a
Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el
último, porque la verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos
piensan en los demás. Y el
centro de esa Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las
personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida.
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su
Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué nuestra ambición y vanidad nos hace
olvidarlo tanto? De pie pongamos atención.
OFERTORIO
Al presentar el pan y con el vino ofrezcamos al Señor nuestro deseo de ser
los últimos, de servir, de trabajar por Él, no de ser los primeros para que nos
vean. Cantemos con la inocencia de los niños y seamos generosos con la ofrenda.
COMUNION
En el banquete de Jesús no se
ponen primero los más poderosos, ni comen más los que más poseen. Él se da por
igual a todos. Compartamos pues, como verdaderos hermanos y sin distinciones,
el banquete del Señor y pidamos su fuerza para servir más y mejor a los que lo
necesitan. Mientras cantemos con alegría.
SALIDA
La enseñanza en esta Eucaristía ha
sido clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en
los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. Vayamos a hacerlo con
alegría e ilusión en el día a día de esta semana.
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